LA RENDICIÓN DEL SILENCIO
aguas, carentes de olas y sonidos, en una oscuridad que
abraza el alma de quien parece navegar sin dirección ni
rumbo, de quien no parece tener un destino.
Son aguas profundas o eso parecen ser sin serlo, son aguas
tan frías que hiela los sueños del niño ahora hombre en el
mar del silencio.
Una batalla por años perdida, muriendo desde adentro la
herida está activa, sangrante y doliente en el último
aliento...
Y ahí en una falsa orilla, vestido de negro, espera en silencio
el dueño de los sueños de las almas a la deriva del mar del
silencio.
En el último aliento despierta ese fuego, incinerando amarras,
liberando los miedos; recuerdos de vida, familia, amigos, de
cientos de tardes convertidas en un segundo en noche, de
estrellas perdidas que fueron testigo, de la mayestática dama
de blanco iluminando esos juegos de niños.
Oye las voces, risas y llantos; con una suave brisa se despide
de sus lágrimas y un beso de sal cicatriza la herida, abre los
ojos y la oscuridad se hace día, escucha su propia voz después
de un largo tiempo y le dice al silencio que él no es el dueño de
su vida.
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